La gestión sostenible de la cadena de valor de las empresas se ha convertido en un elemento clave en la gestión empresarial, ya que de ello depende gran parte de la competitividad y de la sostenibilidad de su modelo de negocio.
GERAD VALL TUÑÓN. Especialista en alianzas estratégicas en Save the Children España
Esta transformación es en sí catalizadora de innovación y capaz de aportar beneficios a sus diferentes grupos de interés, y, a su vez, presenta una gran oportunidad tanto para grandes empresas como para pymes.
En primer lugar, integrar la sostenibilidad en la gestión de la cadena de valor de una empresa ayuda a introducir un producto o un servicio nuevo o significativamente mejorado. Por ejemplo, la inclusión de criterios ambientales (reducir, reutilizar, reciclar, recuperar) y sociales (derechos humanos, debida diligencia) en la evaluación y selección de proveedores refuerza la calidad del producto. Una relación mejorada con proveedores y alianzas de largo plazo contribuye a reducir riesgos y proporciona mayor estabilidad en la cadena de abastecimiento y compras. Por lo tanto, se genera un nuevo valor al producto que ayuda a satisfacer las nuevas necesidades de los clientes. Siendo el coste el asumible principal escollo, en un estudio de EY llevado a cabo el año pasado entre 525 ejecutivos de cadenas de suministro globales, el 61% de las empresas citaban el ahorro de costos y la eficiencia como los principales motivadores para invertir en sostenibilidad de la cadena de suministro.
Integrar la sostenibilidad en la gestión de la cadena de valor de una empresa ayuda a introducir un producto o un servicio nuevo o significativamente mejorado
Desde la óptica de innovación en los procesos, la sostenibilidad corporativa trae consigo una nueva forma de hacer y entender los negocios. Esto incluye transitar hacia la trazabilidad y hacia cadenas de valor más transparentes, revisar los procesos de abastecimiento, trabajar la sostenibilidad de manera transversal junto a otras áreas de negocio –por ejemplo, abastecimiento y compras, comunicación o estrategia– o crear figuras como la del Comité de Sostenibilidad o la del director científico o CSO. En este sentido, el desarrollo de capacidades de la alta dirección y de áreas clave de la empresa es el primer paso fundamental para entender el impacto social y ambiental que cada empresa genera, así como para identificar los riesgos y las oportunidades que esto implica.
En referencia al posicionamiento, la sostenibilidad empresarial aporta oportunidades de negocio a sectores emergentes y otros consolidados, de modo que se desarrolla un crecimiento estable y con potencial de impacto. Una mayor competitividad y sostenibilidad en el modelo de negocio promueven la diferenciación positiva, refuerzan la marca y atraen a nuevos clientes.
Este paradigma genera oportunidades de innovación que serán el vector para crear planes de acción comunes entre empresas del mismo sector, autoridades y actores sociales para sumarse a alianzas de desarrollo sostenible alineadas con la Agenda 2030. A su vez, se pone en alza el valor que supone para las empresas disponer de un personal más comprometido, motivado y productivo. En el ámbito de la transformación digital, este paradigma refuerza además los conceptos de digitalización sostenible y digitalización para la sostenibilidad.
Durante la última década hemos podido comprobar el potencial de invertir en modelos basados en alianzas estratégicas de impacto
Eso sí, no solo se trata de mostrar, sino de medir. Durante la última década hemos podido comprobar el potencial de invertir en modelos basados en alianzas estratégicas de impacto en tres grandes ámbitos. Por un lado, la innovación social, a través de la implementación de enfoques probados basados en evidencias. Por ejemplo, grandes ONG, cada vez más preparadas y profesionalizadas, han lanzado en la última década laboratorios de innovación social (tanto propios como junto a fondos de inversión social) centrados en el testeo de nuevos proyectos y pilotos sociales que sean medibles, escalables y replicables, con base científica.
Asimismo, cada vez hay más foco en la medición de impacto. Acelerado por el contexto legislativo –la nueva Directiva europea de diligencia debida, la reforma de la Ley de Sociedades de Capital, estándares normativos o la Ley de Información No Financiera–, cada vez más empresas están buscando fórmulas para medir cómo su actividad genera impacto y retorno ambiental, social y de gobernanza, mientras hallan oportunidades para maximizar el valor de su inversión.
Finalmente, alianzas entre empresas, organizaciones del tercer sector y financiadores internacionales llevan décadas trabajando en consolidar fórmulas de finanzas innovadoras. A ello se les están sumando fondos de inversión sostenibles que evalúan sus inversiones en clave ESG. Algunas mejores prácticas en este ámbito incluyen, por ejemplo, instrumentos financieros como fondos de inversión social, financiación basada en resultados, blended finance o global ventures.
Si bien estamos ante una oportunidad única para empezar realmente a cambiar la manera de ver y hacer las cosas, el riesgo principal sigue siendo utilizar esta terminología frívola y vanamente, cayendo así en el greenwashing 2.0.