Las previsiones de los organismos internacionales para 2024 y 2025 combinan de diversas formas las referencias a modestia, asimetrías, resiliencia y riesgos.
Juan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
Los datos publicados en abril por el FMI, resumidos en el cuadro 1, ilustran esas características. Por una parte, la estimación de crecimiento para el conjunto de la economía mundial se mantiene en el 3,2% para el trienio 2023-2025, lo que, siendo una cifra inferior a la media histórica, se considera que marca una “resiliencia” ante las dificultades actuales, incluso con una revisión al alza de alguna décima en comparación a lo que se preveía para 2024 apenas hace medio año.
Llama asimismo la atención que se vislumbra una trayectoria ligeramente más al alza para las economías avanzadas que para las emergentes y en desarrollo, un rasgo sobre el cual el Banco Mundial ha mostrado la preocupación acerca de una pausa en la mejoría de este último grupo de países. Pero asimismo destacan las asimetrías: dentro de las potencias emergentes sigue preocupando China y, aunque India mostraría una cierta desaceleración, sus ritmos de dinamismo siguen siendo muy destacados. Asimismo, los datos para África subsahariana mostrarían una inflexión al alza.
Respecto a las economías avanzadas, el FMI anticipa una dinámica inversa para Estados Unidos y la zona euro, con un crecimiento sustancialmente más elevado en EEUU para 2024 (a la espera incluso de que Alemania salga ese año de la recesión de 2023), pero las proyecciones para 2025 son al alza para Europa y a la baja para unos Estados Unidos que tendrán que digerir el resultado de las elecciones presidenciales de finales de 2024.