Pese a las complejidades de la situación actual —o especialmente por ellas—, periódicamente, es un recomendable ejercicio poner las “luces largas” y plantearse escenarios de futuro a un largo plazo, que será la herencia que dejaremos a las siguientes generaciones.
Juan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
En 1930, en los momentos iniciales más duros y de mayor perplejidad de la Gran Depresión, John Maynard Keynes publicó un texto —y pronunció diversas conferencias, una de ellas en España— bajo el título Las posibilidades económicas de nuestros nietos, que seríamos nosotros. Reconociendo el desorden colosal que se vivía y que parecía dejar pocas alternativas al entusiasmo, esbozó motivos para un razonable optimismo a largo plazo basado en las aportaciones de las innovaciones tecnológicas y de las inversiones, que las trasladarían a la economía productiva; señaló reformas necesarias para adecuar el entorno institucional y sociocultural a las nuevas realidades y esbozó riesgos que hemos debido de afrontar, como los demográficos y las guerras.
En marzo de 2024, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, eligió como tema para una intervención en el King’s College de Cambridge, donde fue profesor Keynes, afrontar el mismo desafío de realizar proyecciones acerca del futuro de los nietos de la actual generación. ¡Los nietos de la generación de Keynes lanzamos ahora proyecciones para los nuestros! Constata cómo algunas de las predicciones de Keynes se han cumplido, especialmente las referidas a mejoras en el volumen material de bienes y servicios a escala mundial, así como las expectativas de longevidad; pero, como contrapunto, otras han quedado lejos, como las que pronosticaban que las mejoras de productividad permitirían más calidad de vida con jornadas laborales de quince horas semanales. Y, asimismo, la directora del Fondo Monetario Internacional reitera cómo las aplicaciones e implicaciones de las enormes innovaciones tecnológicas, ahora con el protagonismo de la inteligencia artificial, siguen —junto a las amenazas de guerras— en un listado de retos cruciales a los que se añaden las dimensiones climáticas. En este marco general, algunas de las formulaciones merecen comentario.
Algunas de las predicciones de Keynes se han cumplido, especialmente las referidas a mejoras en el volumen material de bienes y servicios a escala mundial
INNOVACIONES Y PRODUCTIVIDAD
El innegable papel crucial de los avances de productividad tiene su contrapunto, a la hora de poder intentar ser optimistas, en los datos acerca de su ralentización en los últimos tiempos, que, por enésima vez, documenta el FMI (gráfico 1). A las discusiones acerca de si estamos midiendo esa decisiva variable de forma correcta en este mundo de fulgurantes cambios científicos y tecnológicos, se les unen otras más de fondo, entre ellas la relativa a si la distribución de sus eventuales beneficios será suficientemente inclusiva o si, por el contrario, acentuará las polarizaciones sociopolíticas. Buena parte de las controversias acerca de los impactos a corto y largo plazo de la inteligencia artificial plantean de forma inseparable esas dos cuestiones: las mejoras agregadas de eficiencia y su reparto entre los diferentes segmentos de la sociedad, recordándonos el libro de Acemoglu y Johnson Progreso y poder, y cómo ese último aspecto depende de consideraciones sociopolíticas e institucionales que, como en época de Keynes, más que probablemente no se están adaptando al ritmo suficiente. En todo caso, ¡hay trabajo para traducir las mejoras cientificotécnicas en aumentos del bienestar económico y social!
EL PAPEL DE LAS POLÍTICAS INDUSTRIALES
Un aspecto reciente en el que insisten los analistas actuales es el papel de las políticas industriales para encauzar los avances tecnológicos. Las principales potencias —con Estados Unidos y China al frente— están destinando volúmenes ingentes de recursos públicos a sectores industriales considerados esenciales o estratégicos, posiblemente más por consideraciones de rivalidad y pugna por la hegemonía que por otras consideraciones. Aquí en Europa lanzamos los fondos Next Generation con el doble objetivo de impulsar la recuperación postpandemia y de modernizar una economía europea que perdía comba en la pugna entre los dos gigantes globales. Pero ya tenemos experiencia suficiente para atender el reclamo del FMI (resumido en la gráfica 2) acerca de las condiciones para que sean realmente efectivas esas políticas industriales (y los muchos dineros públicos, de nuestros impuestos, que movilizan). Según el organismo internacional, hay que elegir bien los sectores destinatarios —realmente capaces de proveer externalidades positivas al conjunto de la economía y de la sociedad—, hay que minimizar los efectos negativos sobre otros países (es decir, destinarlos más a promoción que a protección frente a terceros o a ralentizar el ascenso de terceros) y, asimismo —y esta es una novedad importante en la que el mismísimo FMI verbaliza lo que hasta ahora se oía en críticas más en privado— evitar que los fondos sean (sigan siendo) capturados por grupos de interés con capacidad política para influir sobre los procesos de toma de decisiones. Experiencias lejanas y cercanas apuntan a que ese riesgo está realmente mucho más presente de lo que sería deseable en términos de eficiencia… ¡y de un no-insultante (ab)uso de nuestros impuestos!
En la actualidad tiene un papel central la eventual fragmentación de una economía mundial sujeta a fricciones geopolíticas
GUERRA FRÍA VERSUS REGLOBALIZACIÓN
Como en la década del 1930, en la actualidad tiene un papel central la eventual fragmentación de una economía mundial sujeta a fricciones geopolíticas que otros altos funcionarios del FMI no dudan en denominar una “nueva Guerra Fría”, continuación en cierta medida de las respuestas proteccionistas que se dieron a la Gran Depresión (y que, cabe recordar, en un primer momento el propio Keynes apoyó moderadamente, aunque tardó poco en rectificar a la vista del desastre). No sorprenderá que desde el FMI se mantenga la defensa de un sistema comercial y financiero multilateral abierto, con vías de cooperación ante problemas compartidos incluso entre rivales geopolíticos como los relativos al medio ambiente y amenazas —en absoluto conjuradas— a la salud global. El dato de que los costes de continuar avanzando en fragmentaciones podrían suponer un perjuicio para la economía mundial del orden del PIB conjunto de Alemania más Francia ahí queda. Asimismo, la Organización Mundial del Comercio ha actualizado los datos —reflejados en la gráfica 3—, que muestran cómo desde la invasión de Ucrania se ha acentuado la brecha entre el ritmo de comercio entre países pertenecientes al mismo bloque geopolítico en comparación con el que se lleva a cabo entre países de bloques diferentes (G7 versus BRICS; economías avanzadas versus “nuevo Sur global”).
EN RESUMEN: ESCENARIOS DE K. GEORGIEVA
La directora del FMI plantea para las siguientes generaciones un escenario pesimista, que define como crecer simplemente en la proporción en que lo hizo la economía mundial entre 1820 y 1920, y un escenario optimista que extrapole los ritmos de crecimiento desde 1920 hasta 2020, pese a todas las inclemencias de crisis y guerras. Y si bien reconoce que alcanzar este último requiere, pese a la ralentización en la dinámica de la productividad observada en las últimas décadas, un mejor aprovechamiento de las innovaciones científicas y tecnológicas y una más equitativa distribución de sus potenciales enormes beneficios, se trataría de un objetivo técnicamente alcanzable pero sociopolíticamente complejo de gestionar, lo que requeriría recuperar unos mínimos consensos —a escala interna de los países y entre estos, cabría añadir— que van en sentido opuesto a las polarizaciones tan de actualidad.