Al igual que la sociedad actual convive en un mundo marcado por la desinformación, la polarización y las profundas emergencias que se precipitan una tras otra, el mundo empresarial se enfrenta a un torbellino de normativas de sostenibilidad mientras busca fórmulas para ser sostenible y, a la vez, rentable.
Gerard Valls Tuñón. Especialista en alianzas estratégicas en Save the Children
DESCONOCIMIENTO EN TORNO A LA SOSTENIBILIDAD
Si bien el término desarrollo sostenible no es un concepto nuevo y lleva décadas sobreutilizado en múltiples áreas de estudio, existe todavía cierto desconocimiento o renuencia a su alrededor. Muchos de nuestros vecinos europeos tienen una larga trayectoria integrando la sostenibilidad en las estrategias empresariales (y en la agenda pública), así como una mayor tradición capacitando a comités directivos en esta materia. Países como Alemania o Francia cuentan incluso con legislaciones propias obligatorias.
DE COMPLIANCE A ESTRATEGIA
Para las empresas, con tal de no caer en una ola o moda, es importante tomar un suspiro para entender, ordenar y analizar cuáles son los riesgos y oportunidades emergentes de la sostenibilidad corporativa para los próximos cinco años. El riesgo de ser acusados de green o social washing es real, tal y como se ha visto este año con ejemplos de grandes empresas denunciadas por publicidad engañosa.
LA OLA ANTI-ESG
La lucha de términos ha hecho que muchas empresas tengan la tentación de subirse al tren de la sostenibilidad y tomar el nombre ESG en vano, haciendo realmente poco para garantizar los derechos humanos en sus cadenas de suministro, contribuir a la transición energética o facilitar la circularidad.
El concepto sigue en boga, pero existe cierto desgaste (ESG fatigue) y cada vez más ejecutivos se muestran reacios a utilizar el acrónimo ESG. Este término, por ejemplo, se ha omitido en las cartas anuales del director ejecutivo de BlackRock desde 2023. Todo indica que esta ola surgida en EEUU pueda agudizarse tras sus elecciones en noviembre. La duda será ver si incrementa el riesgo de contagio a Europa.
EL IMPACTO REGULATORIO
Este debate se ha trasladado a la esfera regulatoria y ha obstaculizado los avances de las múltiples directivas lideradas por la UE en materia de sostenibilidad corporativa. Estas defienden que, sin un marco regulatorio común y obligatorio para las empresas en materia de sostenibilidad, no hay transición sostenible posible. Esta apuesta firme y de largo plazo de la UE ha acelerado la replicabilidad de legislaciones similares en otros países y está facilitando la interoperabilidad con regulaciones y estándares internacionales.
Durante el proceso de votación de la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa (CSDDD) en el primer cuarto de 2024, vivimos una estrepitosa politización del asunto, cuando algunos de los principales países impulsores de esta directiva trataron de bloquearla a última hora para acabar aprobando un texto difuminado que rompía un consenso establecido durante más de dos años de negociaciones. Los motivos incluían el alto coste administrativo necesario para cumplir la legislación y la pérdida de competitividad, pero coexiste también un componente político.
En cualquier caso, la aprobación de la CSDDD, así como de otras regulaciones europeas como la Forced Labour Regulation, la Packaging and Packaging Waste Regulation, la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa o la Directiva de Greenwashing, ya de por sí significa el inicio de un proceso integral y transformador.
IMPACTO EN LAS PYMES
Estas regulaciones no aplican obligación directa a las pymes, pero sí indirecta, pues muchas forman parte de cadenas de valor de grandes grupos. La CSDDD, por ejemplo, propone un sistema justo de garantías, exigiendo a grandes empresas a ofrecer apoyo y asistencia técnica a sus socios comerciales pymes, asegurando que estas no incurren gastos de auditorías y que no les supone una mayor carga burocrática o financiera.
LA INVERSIÓN SOSTENIBLE ESTÁ PARA QUEDARSE
Durante los últimos cinco años ha existido una tracción sin precedentes en inversión sostenible, pero en EEUU estos fondos empezaron a perder fuerza en 2022 y 2023. En 2017 rondaban los 95.000 millones de dólares, los 358.000 millones en 2021 y los 13.000 millones en 2023.
Algunos factores que lo explican son las altas tasas de interés o la mayor volatilidad de estos fondos. Pese a esta frenada, los expertos coinciden en que la inversión sostenible en la UE ha venido para quedarse, que esto se trata de un ajuste y que eventualmente se estabilizará. Según datos de Morningstar, los inversores europeos tienen siete veces más capital en activos de fondos sostenibles que los estadounidenses. Tal y como afirma la plataforma digital ESG Book, las regulaciones más rápidas conducen a una conformidad más rápida, lo que ha protegido a las instituciones financieras europeas de los vientos en contra de ESG.
UN AÑO DETERMINANTE
Por ahora, en la UE existe mayor apoyo político a la sostenibilidad y se mantiene el compromiso del tsunami regulatorio. Con grandes conflictos abiertos a nuestras puertas, y con un nuevo máximo mundial en gasto militar que amenaza reducir la inversión en otras áreas clave para el desarrollo sostenible como el cambio climático, la sanidad o la educación, este año, con las elecciones europeas en junio, se presenta como clave.