Tras varias décadas hablando del carácter imparable de la globalización, en los últimos tiempos las referencias a los retrocesos en las dinámicas globales, incluso a una desglobalización, están a la orden del día. ¿Qué está pasando?
Joan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la UB.
A principios de 2017, corren nuevos vientos. Tras un proceso electoral en que se capitalizaron los malestares y recelos que la globalización –y algunas innovaciones tecnológicas– habían estado generando, la llegada al poder de la Administración Trump en Estados Unidos ha sido el detonante más relevante –pero en modo alguno el único– de unos cambios de percepciones de alcance. O dicho de otra manera (mediante una expresión tal vez más incisiva que exacta): se han globalizado los sentimientos antiglobalización. Vayamos, pues, de las sensaciones a los hechos, ¿qué está pasando y adónde nos puede conducir?
Aunque las dimensiones comerciales y financieras sean consideradas habitualmente las más reveladoras de lo que sucede con la globalización, otros factores han ido adquiriendo creciente peso, como el papel de las cadenas globales de valor y sus efectos sobre la reubicación a escala global de la actividad productiva
Indicadores comerciales y financieros
Con datos ofrecidos por los principales organismos internacionales, las dos primeras figuras muestran uno de los indicadores de eventual desglobalización más debatidos en los últimos tiempos: la ralentización del comercio internacional. La figura 1 refleja cómo desde 2012 las tasas de aumento de los flujos comerciales internacionales se sitúan muy notablemente por debajo de la media de las últimas décadas. La figura 2 recoge otra forma complementaria de ver el mismo fenómeno: la reducción en los últimos años del peso del comercio internacional respecto al PIB mundial. Aunque es cierto que hay algunos factores técnicos que contribuyen a explicar esa ralentización–desde la caída de los precios de importantes materias primas hasta una cierta maduración de las cadenas globales de valor–, otros factores más preocupantes apuntan al ascenso de lo que hasta ahora eran un cúmulo de medidas restrictivas de alcance limitado –el llamado microproteccionismo, en una de las expresivas descripciones utilizadas– que corren el riesgo de convertirse en prácticas comerciales más abiertamente proteccionistas si la nueva Administración de Estados Unidos concreta las advertencias que ha ido lanzando…y otros países responden con represalias, dando lugar a una guerra comercial que, como muestra la Historia, se sabe cómo empieza pero no cómo acaba.
En la vertiente financiera, la figura 3 muestra la forma en que, en una publicación del FMI, Sebastian Mallaby (especialista en economía internacional del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos) presenta la evolución de los flujos internacionales de capitales antes y después de la crisis. Ciertamente los datos muestran un retroceso significativo, pero también se destaca que las cifras alcanzadas especialmente en los años previos a 2008 tenían un importante componente insostenible –con la transmisión internacional de los activos tóxicos y los flujos hacia el Sur de Europa utilizados de forma tan ineficiente– que difícilmente los convierten en una referencia deseable. En cierto sentido, pues, los datos mostrarían más una desglobalización estadística que, por ahora, un retroceso profundo en las dinámicas globales. Por ahora, debemos insistir.
Otras dimensiones de la globalización
Aunque las dimensiones –y las estadísticas– comerciales y financieras sean consideradas habitualmente las más reveladoras de lo que sucede con la globalización, existen otros factores que han ido adquiriendo creciente peso. Por un lado, el papel de las cadenas globales de valor y sus efectos sobre la reubicación a escala global de la actividad productiva y de los puestos de trabajo asociados. En gran medida los recelos y agravios vinculados a la globalización tienen que ver con estos efectos sobre los empleos. Los casos del sector automovilístico utilizados inicialmente como ejemplificadores por la Administración Trump han apelado a esos impactos. Más que probablemente no se han calculado bien los efectos indirectos de iniciar un repliegue amplio de las decisiones de inversión, aunque los temas abiertos son complejos, incluidas las implicaciones de unas tecnologías más basadas en la robotización.
Otra dimensión especialmente delicada es la movilidad de personas. Tuvo un papel destacado en la denominada primera oleada de globalización a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando varios países europeos experimentaron salidas masivas hacia unos Estados Unidos en los que la Estatua de la Libertad se convirtió en un referente de acogida, así como a otros países del continente americano. Con el retroceso en la apertura internacional tras la Primera Guerra Mundial esos flujos se vieron muy restringidos, sin que la reciente globalización generase un aumento de la movilidad de personas similar al de los flujos comerciales y financieros. Actualmente algo más de un 3% de la población mundial se ha desplazado a otro país por motivos económicos, un porcentaje medio punto superior al de principios de la década de 1990. En algunos casos se trata de profesionales de alta cualificación, pero a menudo se trata de buscar oportunidades económicas y vitales y, como es sabido, en los últimos tiempos se han acentuado las migraciones forzosas huyendo de conflictos bélicos y/o catástrofes humanitarias.
Y más allá de las dimensiones más visibles no debemos olvidar que los avances en la tecnología de la información y las comunicaciones han propiciado un aumento espectacular en los flujos de informaciones, opiniones e ideas a través tanto del acceso a Internet como a las redes sociales que dan lugar a una globalización intangible o inmaterial tan importante y más sutil y fluida que cualquiera de las anteriores vertientes.
¿Mayor o menor?, ¿mejor o peor?
A la vista de todos estos indicadores, ¿podemos decir que estamos ante el principio del fin de la globalización? Es cierto que hay algunos indicadores en retroceso, pero en alguna medida hasta ahora se trata principalmente de unos ajustes que deberían conducir a estabilizarlos a un alto nivel, como ha descrito Paul Krugman, aunque el mismo autor reconoce el riesgo de que, como en otros momentos de la Historia, seamos incapaces de devolver el péndulo al equilibrio y las dinámicas iniciadas –económicas y sobre todo políticas– conformen un brusco volantazo que desestabilice, de forma imprevisible, el curso de los acontecimientos.
¿Estamos ante el surgimiento de una Internacional Autoritaria, en la que el modelo chino-ruso gane influencia e incluso simpatías ante la desidia, desorientación y oportunismo de algunos en Occidente?
Adicionalmente nos encontramos en 2017 con unos resultados políticos que conducen a gestionar el descontento con la globalización en nombre de una democracia desde enfoques que no parecen especialmente comprometidos con los principios democráticos, al menos los de la liberal occidental. ¿Estamos ante el surgimiento de una Internacional Autoritaria, en la que el modelo chino-ruso gane influencia e incluso simpatías ante la desidia, desorientación y oportunismo de algunos en Occidente? Este tipo de aspectos cualitativos y sociopolíticos son más importantes para evaluar la situación de nuestro mundo que unos puntos arriba o debajo de algunos indicadores estrictamente económicos.