A pesar de pertenecer a la edad de riesgo, el viejo profesor superó sin dificultades la pandemia del COVID-19. De eso hace 10 años. Fueron largos meses de tribulación y confinamiento para la mayoría de la población. Nadie esperaba una contaminación vírica de proporciones planetarias. Pero lo peor estaba por llegar. Desde el COVID-19, la preocupación principal de la década ha sido el virus siguiente. Resulta cada vez más inteligente.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Catedrático de la URL.
Daría la impresión que, frente al empleo masivo de las herramientas digitales entre los humanos, los virus se fortalecen. No sólo sobreviven, sino que durante esta última década han fintado a los científicos mediante cruces y cepas intrincadas cada más resistentes, convirtiéndose en un continuum indescifrable. Ellos llevan la delantera. Como predijo Bill Gates, en 2015, son peor que los misiles; o como profetizó Nostradamus en 1503, plagas e infecciones diezmarán las poblaciones futuras.
–Usted menciona epidemia y pandemia como si se tratara del mismo concepto –cortó el viejo profesor el discurso del doctorando-. Éste presenta su tesis doctoral la semana que viene sobre el impacto económico del Coronavirus en el quinquenio 2020-2025. En este ensayo final, el viejo profesor le encarece a que distinga claramente una de otra.
Durante esta última década, con el COVID-19 en el retrovisor, hemos vivido un continuo sobresalto. Costó largos meses dar con la vacuna, a pesar de que cada vez se acorta más el tiempo entre la manifestación del virus y el descubrimiento de su antídoto
Las epidemias, le dice, afectan a grupos de población concretos o a determinados países. Las pandemias atacan indiscriminadamente, como indica la OMS en su última definición, de forma simultánea en muchos de ellos a la vez, y su impacto en la economía resulta determinante. Ello no es óbice para que unas y otras puedan afectar a millones de personas.
–…No hable usted de las epidemias –prosigue el viejo profesor-. En su defensa, concéntrese exclusivamente en las pandemias. Le recomiendo que lo deje claro desde el primer momento. Una tesis doctoral es un acto teatral donde cada cual representa su rol; si el doctorando se extralimita, el tribunal huele la sangre y se abalanza sobre él cual jauría.
Malthus tenía razón
Epidemias se han concatenado a miles a lo largo de la historia. Múltiples causas las han inducido y amplificado. La miseria, el hambre, la suciedad, la falta de habitáculo digno, la convivencia con los animales domésticos y salvajes, la contaminación de las aguas, la ausencia del líquido elemento, las sequías, las temperaturas extremas, las condiciones higiénicas, la mala conservación de los alimentos, los efectos atmosféricos…. Hasta que los países no superan los niveles de bienestar, difícilmente se pueden afrontar la mayoría de estas causas. Los servicios de salud más o menos generalizados y la investigación han acabado por garantizar las vacunas en los países ricos. Aunque han matado a centenares de millones de personas a lo largo de los años y las décadas, peste, tifus, sarampión, cólera, viruela, tuberculosis, marburgovirus, o ébola, por ejemplo, deberían darse por vencidas actualmente, si los países y las personas pobres dispusieran de recursos para comprar los antídotos existentes.
Las pandemias encadenadas se han cobrado cuatro o cinco puntos del crecimiento del PIB mundial en la década que estaba llamada a ser la del desarrollo definitivo de la inteligencia artificial. A pesar del empujón de ésta, las pandemias han penalizado el crecimiento mundial
Las pandemias ya son harina de otro costal. Resultan cada vez más sofisticadas, virales, planetarias y causan destrozos en la economía global. Afectan por igual a ricos y pobres. La Gripe Española de 1918 mató entre 75 y 100 millones en todo el mundo y agregó más dramatismo a la Primera Guerra Mundial. La Gripe Asiática de 1957, originada en Hong Kong, causó un millón de muertos. El VIH infectó, vía sexual, intravenosa o mediante agujas contaminadas, entre 25 y 40 millones de personas desde el primer caso detectado en 1959. El SARS, con su epicentro en China en 2002, resultó de consecuencias mortales más reducidas, pero de efectos económicos devastadores. A ello hay que añadir numerosas enfermedades cotidianas como la gripe común, las cardiovasculares, la EPOC, la diabetes, por no hablar de los accidentes automovilísticos o las guerras de baja o alta intensidad permanentes, que generan decenas de millones de muertes al año. Malthus afirmaba en el “Ensayo sobre el principio de la población”, de finales del siglo XVIII, que las guerras, las pandemias y las catástrofes resultan necesarias para equilibrar la alimentación de la población mundial. Aunque vivía en las primeras etapas de la revolución industrial, observaba el nuevo entorno desde una visión pre-industrial. Relacionando estrictamente población y recursos agrícolas, se equivocó groseramente. Ahora bien, si analizara la situación actual y cambiara producción alimentaria por PIB –perdonen por la extrapolación histórica impropia de un estudioso-, su teoría tendría recorrido en la medida en que estos incidentes condicionan gravemente la evolución económica de los países. A las consecuencias de las evoluciones cíclicas hay que añadir ahora las de las pandemias.
La carrera de los virus
Durante esta última década 2020-2030, con el COVID-19 en el retrovisor, hemos vivido un continuo sobresalto. Costó largos meses dar con la vacuna, a pesar de que cada vez se acorta más el tiempo entre la manifestación del virus y el descubrimiento de su antídoto. Lo peor ha sido que, tan pronto como los laboratorios la pusieron en circulación, han aparecido otros virus de la misma familia, mutantes o coetáneos imprevistos más resistentes que han inhabilitado su eficacia.
Los viajes expanden rápidamente las bacterias por todo el mundo. Se convierten en la causa principal. Es el efecto mariposa. Por eso, resulta un acertijo de imposible resolución en la era digital conocer el paciente 0, los pacientes transmisores, el tiempo de incubación o las condiciones de expansión. Estas pandemias encadenadas se han cobrado cuatro o cinco puntos del crecimiento del PIB mundial en la década que estaba llamada a ser la del desarrollo definitivo de la inteligencia artificial. A pesar del empujón de ésta, las pandemias han penalizado el crecimiento mundial.
Economía y sociedad
El doctorando obtuvo el cum laude. No cometió ningún error en la defensa y los colegas del viejo profesional que poblaban el tribunal aceptaron sus asertos sin excesivas pegas. Había diseñado un modelo de análisis tomando como referencia una media entre el escenario moderado y el peor, que fue el que sucedió. Las consecuencias económicas resultaron más profundas que la crisis financiera de 2008. Ese año, el PIB mundial se contrajo un 1,7%, mientras que en 2020 la caída superó el 4%. La recuperación se produjo al año siguiente en Europa, América del Norte y Japón, en forma de “V” quebrada –brusca caída y recuperación como la señal de la raíz cuadrada-. Hasta el final de la década no se superaron los niveles de 2019. En África y en las regiones más pobres del planeta, los efectos siguen siendo devastadores hoy en día.
Las consecuencias económicas resultaron más profundas que la crisis financiera de 2008. Ese año, el PIB mundial se contrajo un 1,7%, mientras que, en 2020, la caída superó el 4%. La recuperación se produjo al año siguiente en Europa, América del Norte y Japón, en forma de “V” quebrada
El nuevo doctor invitó al almuerzo, como es costumbre en estos actos académicos. Un miembro del tribunal comentó que, a pesar de la buena medición de los efectos económicos del evento, la tesis doctoral no incluía todos los costes.
– ¿A qué costes se refiere? – le inquirió otro.
– A las pérdidas personales derivadas del largo millón de muertos que produjo el COVID-19; a las psicológicas de toda la población confinada, afectada o no, –ansiedad, angustia, tensión-; al estrés del personal sanitario y de los investigadores a la busca de su objetivo; al deterioro de la convivencia –millones de divorcios, por ejemplo-; al desempleo masivo; a las empresas cerradas, …. Una sociedad que se desmorona y que hay que volver a recomenzar. ¿En cuánto valoramos todo esto? Y más todavía, los esfuerzos por una mejor sanidad pública. Más investigación. Menos gasto y más racional en base a energías limpias. Más teletrabajo y mejores relaciones humanas. Menos viajes en avión, en coche y más moverse sin impactar el medio ambiente. Más expertos decidiendo la res publica y menos sobreexposición de políticos y tertulianos hablando y decidiendo sobre el bien y el mal. Soluciones bottom up, en vez de decisiones desde las cúpulas.
Así llegaron a los postres. Al brindis por el nuevo doctor. Un poco lejos de la economía. O no.