Para tener éxito en un mundo volátil, incierto y complejo se precisan organizaciones y equipos altamente resilientes.
Albert Bosch. Aventurero y emprendedor.
Llevo más de dos décadas haciendo aventuras extremas por todo el mundo, compartiendo momentos muy positivos y momentos muy negativos con personas de todo tipo. Y por muy bien que acabe un proyecto, es inevitable pasar por episodios de gran complejidad, tensión, dudas y sufrimientos. Pero, además, hay proyectos que no terminan bien, sea porque no se alcanza el objetivo, porque hay circunstancias que obligan a una retirada, porque hay algún problema en el equipo o porque pasa algo grave con alguna o algunas personas de la expedición. Es imposible afrontar un Dakar, subir al Everest o cruzar la Antártida en solitario sin que surja en el camino alguna sorpresa, susto u obstáculo inesperado.
Cualquier expedición mínimamente ambiciosa supone un gran experimento de resiliencia para cada integrante de la misma y para toda la organización. Y después de haber tenido muchos compañeros de equipo diferentes enfrentados a situaciones muy extremas, me queda clarísimo que las personas más resolutivas y más confiables en cualquier proyecto son las que desarrollan una actitud más resiliente.
Cuando todo va a la contra es el momento de sacar energía, convicción y confianza de donde ya parece no haber para continuar avanzando
UNA CUALIDAD QUE PUEDE ENTRENARSE
La resiliencia es un mecanismo de autoprotección y conducta inherente al ser humano a través de la cual se generan respuestas adaptativas que permiten al individuo resistir y manejarse de forma efectiva a pesar de vivir acontecimientos desestabilizadores, condiciones de adversidad, riesgo, fracasos o circunstancias estresantes.
Cuando todo va a la contra, el equipo está desmotivado, surgen obstáculos por todos lados, todo se complica y, además, se viven situaciones de incomodidad o riesgo evidente, es el momento de sacar energía, convicción y confianza de donde ya parece no haber, y poder continuar avanzando paso a paso y día a día.
Un punto de partida esencial es asumir que la normalidad comporta momentos negativos que se van combinando con algunos episodios neutros y otros pocos muy positivos; esto responde a una actitud madura y muy equilibrada a nivel emocional, que confiere a las personas resiliencia vital.
En pleno siglo XXI, tenemos claro que para sobrevivir y tener éxito en un mundo volátil, incierto y complejo como el nuestro, las organizaciones necesitan ser resilientes en su conjunto. Y para ello deben agrupar, mayoritariamente, a personas resilientes.
La gran noticia en todo este tema es que una inmensa mayoría de psicólogos afirman que la resiliencia no es una cualidad innata. Y si bien puede existir una cierta predisposición genética a gestionar bien las adversidades, en general, la resiliencia es algo que podemos desarrollar a lo largo de nuestra vida. Y precisamente por ello, las organizaciones pueden ayudar a potenciar y propiciar que todas las personas que forman sus equipos de trabajo la mejoren o la lleven al máximo nivel, incorporando una potente arma secreta basada en la actitud del grupo.
No se pueden controlar todos los aspectos de la vida; por ello si no se puede cambiar la realidad, toca centrarse en cambiar las emociones
UN PODER TRANSFORMADOR
La resiliencia está muy relacionada con la inteligencia emocional. El punto de partida en este tema es uno mismo: conocerse, controlarse y motivarse ante cualquier proceso o circunstancia para asimilar el propio estado emocional al pensamiento, y así poder modificar la perspectiva de las adversidades, adoptando una visión más positiva, transformando puntos de vista negativos y optimizando o ampliando las maneras de solucionar los problemas.
Para poder ser más resilientes como personas y como organización, deberíamos valorar y fomentar las siguientes conductas:
- Ser conscientes de nuestras debilidades y fortalezas. Primer paso, conocernos. Las flaquezas, para poderlas gestionar y mejorarlas o utilizarlas a nuestro favor. Y las fortalezas, para aprovecharlas al máximo y ganar más confianza en nosotros mismos.
- Desarrollar un optimismo realista. Es importante mantener una visión positiva, pero reconociendo muy bien la realidad y visualizando nuestras propias capacidades ante ella.
- Asumir las dificultades como una oportunidad para aprender. Si en cada adversidad nos preguntamos qué podemos aprender de ello, ya estaremos generando más resiliencia.
- Ser positivos y rodearse de entornos positivos. Ser positivos y rodearse de personas con la misma actitud; así se evitan los vampiros de energía y además se establecen redes de apoyo para los momentos difíciles.
- Ser flexibles ante los cambios. Abrirnos al cambio sin aferrarnos de forma obsesiva a los planes o deseos iniciales, o a una única solución.
- Ser creativos. Imponernos el reto de intentar ser creativos para transformar cualquier experiencia negativa en algo interesante y atractivo.
- Intentar controlar emociones y no situaciones. Entender que no se pueden controlar todos los aspectos de la vida o de un proyecto, y aprender a convivir con la incertidumbre. Si no se puede cambiar la realidad, centrarse en cambiar las emociones.
- Ser tenaces en los propósitos. Tener claro el propósito que guía nuestra vida o el propósito u objetivo de cada proyecto.
- Afrontar la adversidad con humor. Reírse de la adversidad y bromear en situaciones extremas permite mantener el optimismo, relativizar el problema y mantenerse sereno, dando una vía de escape a la tensión, lo cual nos convierte en más eficaces, y atempera los ánimos en momentos difíciles.