El Pacto Verde Europeo es una de las grandes consignas de la Comisión Europea que lidera Ursula Von der Leyen. No son solo las exigencias de salvar el planeta de miles de estudiantes que salieron a la calle cada semana el último año las que han hecho que las autoridades europeas hayan situado en lo alto de la agenda política la emergencia climática y la transición ecológica. También son cada vez más las empresas y los actores económicos los que se han dado cuenta de que, en un mundo con recursos finitos, es necesario mejorar su eficiencia, intentando obtener su máximo rendimiento, reaprovechando, reciclando y reconvirtiendo. Y aquí es donde entra en juego la economía circular, una de las ramas del Pacto Verde que quiere impulsar una transformación del modelo económico actual en uno más eficiente, que cierre el ciclo de los productos y reduzca al máximo los residuos y el desperdicio.
Texto: Júlia Manresa Nogueras
Esto va de negocios. La economía circular debería ser el modelo económico del futuro, no sólo para Europa, sino para el mundo. Si lo hacemos bien, podemos crear una economía sana para las décadas que vienen y dentro de las fronteras que nos marca la naturaleza”, remachaba el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, en la última conferencia sobre economía circular impulsada por el Ejecutivo comunitario. Según Bruselas, sólo en 2016, las actividades consideradas circulares (reparar, reutilizar o reciclar) generaron 147.000 millones de euros en valor añadido y supusieron 17.500 millones en inversiones, unas cifras todavía muy pequeñas, comparadas con los sectores que mueven la economía europea, pero en clara expansión. Bruselas calcula que el PIB europeo puede aumentar un 0,5%, en 2030, sólo aplicando medidas circulares a la economía, además de crear 700.000 nuevos puestos de trabajo.
Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea: «La economía circular debería ser el modelo económico del futuro, no sólo para Europa, sino para el mundo. Si lo hacemos bien, podemos crear una economía sana para las décadas que vienen y dentro de las fronteras que nos marca la naturaleza.»
El fin de los plásticos de un solo uso
Pero para entender cómo se puede llegar a estas cifras, es clave tener una definición clara de economía circular, un concepto muy amplio que también se está descubriendo a sí mismo a medida que crece. Tal y como la describe el centro de estudios del Parlamento Europeo, la economía circular es un modelo de producción y consumo que implica compartir, ceder, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos tanto tiempo como sea posible con el objetivo final de extender la vida de los productos y de los recursos existentes. Uno de los ejemplos prácticos más claro, impulsado desde Bruselas, es la prohibición de los plásticos desechables en toda la Unión Europea, que entra en vigor este año y que quiere acabar con la existencia de los bastoncillos para las orejas o los vasos y envases de plástico que sólo sirven para ser usados una vez.
Ahora bien, una de las preocupaciones principales ante esta transformación, así como en la transición verde en general, es la destrucción de puestos de trabajo que puede provocar en un modelo de economía lineal. En este sentido, Bruselas argumenta que el valor añadido que se generará con el cambio, y las nuevas oportunidades de negocio que se vinculan a la circularidad, compensan las pérdidas. Por ejemplo, con la emergencia del diseño ecológico, lo que la Comisión Europea llama Ecodesign, que busca promover la creación de productos que sean ecológicos, reparables o reutilizables desde su nacimiento. Y no sólo productos energéticos, sino cualquier tipo de producto. Según el último informe del Ejecutivo comunitario en el que se analiza la implementación del plan de acción de economía circular, hay claras oportunidades en sectores como el empaquetado, los textiles y los muebles.
Bruselas calcula que el PIB europeo puede aumentar un 0,5%, en 2030, sólo aplicando medidas circulares a la economía, además de crear 700.000 nuevos puestos de trabajo
El derecho a reparar
En este ámbito, hay otro ejemplo concreto que impulsa la Unión Europea y que nos sirve para ponerle cara a la economía circular: es el llamado «derecho a reparar». La Comisión Europea se comprometió el año pasado a impulsar, este 2021, una normativa que obligue a que los productos electrónicos, tales como ordenadores portátiles, teléfonos móviles o tabletas, sean más fáciles de reparar. De hecho, la Eurocámara lo reclamó de nuevo, en una resolución el pasado noviembre, en la que se pedía luchar contra «la obsolescencia programada», restringiendo las prácticas empresariales e industriales que acortan deliberadamente la vida de los productos para alimentar la cadena de consumo. La encuesta del Eurobarómetro demuestra que siete de cada diez europeos prefieren reparar sus productos en vez de cambiarlos, y casi ocho de cada diez creen que se debe exigir a las empresas que faciliten la reparación de los dispositivos digitales o, al menos, que se permita reemplazar partes concretas.
Siete de cada diez europeos prefieren reparar sus productos en vez de cambiarlos, y casi ocho de cada diez creen que se debe exigir a las empresas que faciliten la reparación de los dispositivos digitales
Estos son sólo dos de los ejemplos de iniciativas europeas que quieren hacer frente al reto de cerrar el ciclo de vida de los productos y de los recursos desde la Unión Europea, pero el plan de acción también busca reducir y reaprovechar los residuos, tanto en el sector alimentario, como urbano, industrial y energético. Bruselas también tiene varias vías abiertas para promover la inversión en proyectos como Invest, e incluso los Fondos de Cohesión o de Transición Justa, que buscan promover la transición verde de las economías europeas que tienen más dificultades para hacer los cambios necesarios.