El viernes 10 de marzo de 2023 las autoridades californianas intervinieron el Silicon Valley Bank (SVB) y nombraron a la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC) liquidador de la entidad.
ANTONI GARRIDO. Catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona.
Como ha hecho centenares de veces con anterioridad, el citado organismo, que se financia con las aportaciones de los propios bancos, anunció a los depositantes que el lunes por la mañana como muy tarde podrían disponer de sus fondos hasta el límite asegurado (250.000 dólares) e inició en paralelo la búsqueda de un potencial comprador que permitiera reabrir la entidad el citado lunes como si nada hubiera pasado.
El domingo 12 empezaron las sorpresas. Asustadas cuando conocieron el porcentaje que suponían los depósitos no asegurados (más del 90%) en el SVB, y buscando evitar una retirada masiva de depósitos en otras entidades con una estructura del pasivo similar, las autoridades estadounidenses aprobaron nuevas medidas. La más relevante de ellas, nunca antes aplicada a una entidad en proceso de liquidación, fue garantizar la totalidad de los depósitos del SVB (y del Signature Bank, el otro banco intervenido), salvando así de la quiebra a la pléyade de empresas tecnológicas que mantenían en él saldos elevados para llevar a cabo su actividad.
El viernes siguiente (17 de marzo) las dudas afectaron al Credit Suisse. A diferencia del caso estadounidense, en esta ocasión se trata de una entidad muy conocida y considerada sistémica que en los últimos años ha acumulado problemas de todo tipo (pérdidas millonarias, permisividad con el blanqueo de capitales, organización de un cártel de divisas, etc.). Las declaraciones de su principal accionista (el Banco Nacional Saudí) indicando que no pondría más capital en la entidad y la percepción de que las subidas de los tipos de interés afectarían también negativamente a su balance parecen haber sido los causantes de la pérdida de confianza en la entidad y la consiguiente intervención de las autoridades helvéticas, que acabaron forzando su venta con ayudas públicas a la Unión de Bancos Suizos (UBS).
Además de volver a recordar el dilema irresoluble (si se salva a la entidad se incentiva la toma de riesgos por parte de los banqueros) al que se enfrentan las autoridades a la hora de decidir qué hacer con una entidad en dificultades, las crisis del SVB y del Credit Suisse ponen de manifiesto el difícil contexto en el que las autoridades deben tomar decisiones
Además de volver a recordar el dilema irresoluble (si se salva a la entidad se incentiva la toma de riesgos por parte de los banqueros) al que se enfrentan las autoridades a la hora de decidir qué hacer con una entidad en dificultades, las crisis del SVB y del Credit Suisse ponen de manifiesto el difícil contexto en el que las autoridades deben tomar decisiones. Nótese en este sentido que, pese a que el nivel de información que las entidades deben aportar a los supervisores en la actualidad es ingente, únicamente tras intervenirlas se conoce cuál es su situación real.
El margen de tiempo de que disponen para actuar es además muy reducido. Sobre el papel, que lo aguanta todo, el cierre temporal de la entidad o la suspensión transitoria del acceso a las cuentas por parte de los depositantes serían dos medidas que permitirían ganar tiempo para encontrar un potencial comprador. De todos modos, está por ver qué pasaría si se aplicaran en la actualidad. Una alternativa sería elevar a categoría lo que se ha hecho con el SVB. En definitiva, señalan sus defensores, esto –proteger a la totalidad de los depositantes– es lo que vienen haciendo los gobiernos en todo el mundo si intuyen que la declaración de quiebra de un banco puede generar un pánico bancario. Acabar con el régimen de protección parcial que formalmente existe en la actualidad supone, sin embargo, un cambio estructural en las reglas del juego, ya que elimina para siempre y para todos los depositantes –personas físicas y empresas, con formación financiera y sin ella– la necesidad de analizar el nivel de riesgo que asumen los bancos con los que operan. Hay que pensárselo bien antes de dar el paso.