En 2024 le pedí a ChatGPT que me ayudara a encabezar un artículo sobre la IA. Las recomendaciones fueron las siguientes: introducción científica del concepto, destacando su papel en la sociedad actual; anécdota personal; estadística impactante; y pregunta retórica, como, por ejemplo, “¿qué pasaría si pudiéramos diseñar máquinas capaces de aprender y mejorar por sí mismas?”.
Josep-Francesc Valls. Cátedra Retail BSM-UPF
Acabo de redactar la misma pregunta en febrero de 2030 a la última máquina de IA que ha aparecido, la cual retiró del mercado al ChatGPT. La respuesta es la siguiente:
“Objetivos alcanzados: análisis masivo de datos inestructurados; automatización inmediata en la creación de textos, cuadros y gráficos; interpretación y traducción instantánea; métricas al 100% para los sistemas de producción; adaptación de los chatbots a las preguntas específicas de los usuarios al 95%.
Objetivos inalcanzables: nunca conoceré a ciencia cierta los gustos de los usuarios; nunca me asemejaré a la mente humana; nunca seré capaz de abrir las puertas del cielo.”
En 2023, la ‘MIT Technology Review Insights’ publicaba un informe sobre los grandes avances que se iban a producir en la IA en los cinco o diez años siguientes
Desde mi despacho, acondicionado como una primavera eterna, me relaciono con mis colegas chinos y japoneses, cada cual en su idioma. No hablo ninguno de los dos idiomas, como ellos tampoco el mío, pero hace tres o cuatro años dimos finalmente con la máquina holográfica perfecta; por si acaso el chat adjunto reproduce la charla. Lo de la primavera eterna lo explicaré otro día.
En 2023, la MIT Technology Review Insights publicaba un informe sobre los grandes avances que se iban a producir en la IA en los cinco o diez años siguientes. El estudio The great acceleration: CIO perspectives on generative AI se refería a los probadores virtuales, a la optimización de las predicciones de la demanda, al descubrimiento de nuevos nichos, a la programación de las entregas, a las soluciones integrales y métricas en la producción, a la personalización de los productos, a las gráficas en tiempo real, al perfeccionamiento de los indicadores y KPI, a las traducciones automáticas… Ni cinco ni diez años: en 2025, la IA escaló de tal manera que estas tecnologías estaban al abasto de cualquiera. Un ejemplo concreto, el de mi editor: traduce los libros a cualquier idioma en unos pocos minutos a través de un programa de coste muy asumible.
ÁMBITOS DE IMPACTO DE LA IA
Se avanza rápidamente al servicio de la producción y distribución, del desarrollo e innovación del producto, del conocimiento del cliente y de las ventas, de las finanzas, de las tecnologías de la información, de los recursos humanos, de la protección de los océanos –para combatir la pesca ilegal o investigar mejor los agujeros negros–, de la convivencia y los servicios sociales, de los sistemas de enseñanza a base de tutores personales de IA para los estudiantes –como ha aplicado con éxito la Fundación Khan Academy–, o del control de los compradores a la salida del establecimiento sin que se vean obligados a mostrar sus bolsos, como hace Walmart. No existe ámbito en el que la IA no ayude a reducir el tiempo y los costes, descargue el esfuerzo, ayude a avanzar más allá de lo que puede desarrollar un humano, con o sin su ayuda.
No existe ámbito en el que la IA no ayude a reducir el tiempo y los costes, descargue el esfuerzo, ayude a avanzar más allá de lo que puede desarrollar un humano, con o sin su ayuda
EL PROGRESO Y SESGO DE LA IA
Los algoritmos han progresado en esta década más que en las dos anteriores. En una primera fase, sirvieron para acopiar cuantos más datos mejor y acceder a desentrañar los problemas con mayor o menor acierto; a medida que avanzaba la IA generativa, aprendieron los patrones y la estructura para engendrar nuevos datos que facilitan un mejor tratamiento de las más complejas operaciones en todas las áreas. Su gestión y gobernanza siguen produciendo sesgos. Eso resulta indudable: el contexto, el nivel de preparación, las intenciones y los prejuicios de quienes los manejan suponen un handicap a resolver; lo mismo se puede afirmar del diseño de la arquitectura y del sistema de recogida de datos. A pesar de estas desviaciones, por suerte, en Europa, la UE se ha convertido en avanzadilla legislativa sobre su uso, estableciendo los límites y códigos éticos casi desde el primer momento; en este sentido marca el camino para el resto del mundo.
EL COSTE DE MI DESPACHO
El problema que tenemos ahora en 2030 es doble. El primero, las dificultades económicas de la mayoría de la población mundial para acceder a la IA. Cuando era joven, el salón, la cocina y mi habitación representaban el 70% del coste total de mi hogar; hoy los aparatos de mi despacho superan ese porcentaje y cada año me dejo un pico para mantenerme en esa ola. Claro que se abaratan a medida que los usan más personas, pero el coste sigue siendo elevado, excesivamente elevado, de modo que en vez de reducir las desigualdades todavía las aumenta. Y el segundo problema es que, si en 2020 se requería un cupo reducido de profesionales competentes en el ramo, ahora su demanda se ha decuplicado y no aparecen por ninguna parte, a pesar de que los salarios resultan más elevados que en otros campos.
La UE se ha convertido en avanzadilla legislativa sobre su uso, estableciendo los límites y códigos éticos casi desde el primer momento; en este sentido marca el camino para el resto del mundo
LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL NO ES UN “LORO SABIO”
Pocos anatematizan hoy la IA, como ocurrió en la primera parte de la década, sobre todo a raíz de la presentación del ChatGPT. Nadie la tilda de “loro sabio”. Una vez el mundo científico convino que no se trataba de reproducir las funciones humanas, sino de que la industria biónica mejora la mayoría de las funciones biológicas y psíquicas, que la web semántica facilitaba la comunicación, y que las nuevas herramientas algorítmicas avanzaban en esa línea en todos los campos, se produjo una reducción del estrés social que le significaba al humano enfrentarse a algo desconocido a su albur que le iba a suplantar. Bill Gates, un prehistórico digital, afirmó que las tecnologías son a la vez prometedoras y peligrosas; la humanidad supo a mitades de la década de 2020 que la IA era sobre todo lo primero y que los criterios éticos aplicados por las instituciones limaban los aspectos peligrosos del invento.
En 2024 escuché la canción inacabada de The Beatles perfectamente reconstruida; eran ocho segundos tarareados por John Lennon: “Sé que es verdad, es todo gracias a ti, y si lo logro, es todo gracias a ti.” Ho y, tras esta sesión en torno a la inteligencia artificial, me sumergiré en un concierto barroco en vivo de François Couperin, organista de Saint-Gervais de París, donde él actúa de organista; los creadores de la reproducción sitúan la función entre 1685 y 1688