Divergencia e incertidumbre son los dos términos que repite el FMI en su actualización en Perspectivas económicas, publicadas a principios de este 2025.
Realmente el incierto devenir geopolítico y tecnológico evidenciado en los inicios de este año es tan obvio como elevado incluso en comparación con la “cascada de riesgos y retos” (G20 dixit) de los últimos tiempos.
Como reflejan los datos resumidos en la tabla, las proyecciones globales de crecimiento se sitúan muy lineales, en torno a un 3,3%, con pocas variantes asimismo en los datos previstos tanto para el conjunto de las economías avanzadas como el de las emergentes. Más significativas son las divergencias dentro de cada grupo, con la dualidad entre Estados Unidos, con previsiones más elevadas pero a la baja, y una eurozona con cifras inferiores pero (llamativamente para algunos) al alza, así como Japón. Que este país y Alemania, dos de los motores exportadores de las economías industrializadas, superen en 2025-2026 las cifras negativas de 2024 es una estimación que habrá que esperar a ver confirmada, ante los problemas estructurales de ambas economías.
En las economías emergentes cabe señalar cómo el FMI avanza una suave desaceleración de China (muy alejada de las históricas tasas de crecimiento de hace una o dos décadas), mientras que India mantiene su elevado ritmo, junto con otras economías asiáticas en ascenso. Asimismo las proyecciones de ese organismo apuntan a una cierta inflexión al alza tanto para América Latina como para África subsahariana, en la expectativa de que puedan valorizar sus posiciones y recursos estratégicos en la compleja encrucijada de la economía y geoestrategia mundiales.