La comunicación corporativa es un instrumento clave para la gestión estratégica de cualquier organización, ya sea empresa o bien administración pública, porque ambas, en el contexto actual, tienen la obligación legal, en algunos casos, y ética, en otros, de informar, ser transparentes y rendir cuentas ante la ciudadanía, sean clientes o bien administrados.
José María Arias Giménez. Director de la Dirección de Comunicación Corporativa del Ayuntamiento de Reus.
Los ciudadanos son cada vez más exigentes con los gestores de las organizaciones -tanto públicas como privadas- y reclaman mayor transparencia y una especie de nuevo pacto social que ya está siendo recogido por los mismos poderes legislativos. Decisiones como la aprobación de leyes sobre transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, en el año 2013, por parte del Estado, y en 2014, por parte del Parlament de Cataluña, son un ejemplo.
Y es que la comunicación del siglo XXI ya es transversal, bidireccional, transparente y sin limitaciones. Los cambios tecnológicos, económicos y sociales de los últimos años han revolucionado el ecosistema comunicativo y han dado paso a un nuevo orden social que gira alrededor de las relaciones interpersonales y la interacción. Así, el acceso libre a la información y la apertura de canales han hecho que la inmediatez, la rapidez, la simplificación y las emociones sean las bases de la comunicación actual. Una comunicación que, para ser realmente eficaz, además de transmitir información, también debe transferir emociones: es decir, una combinación de elementos objetivos y subjetivos.
En este sentido, la comunicación corporativa actúa como un vehículo entre las organizaciones y la sociedad, y pivota sobre dos grandes ejes: informar y escuchar. Por lo tanto, su desarrollo formal y de contenidos debe responder a un cambio de modelo comunicativo vertebrado en torno al compromiso de transparencia y de las nuevas formas de gestión y de administración. Además de noticias, pues, la nueva comunicación corporativa transmite nuevos enfoques, valores e identidades, y puede contribuir a la recuperación de la confianza de los ciudadanos en las organizaciones y en sus gestores.
Los cambios sociales y tecnológicos han acelerado la transformación de la comunicación corporativa y del concepto de transparencia incrementando su incidencia en la sociedad y, por tanto, la responsabilidad de las organizaciones ante la población.