En una sociedad en la que es habitual hacer más de una cosa al mismo tiempo pero donde el estrés representa el 50% de las bajas laborales (en Europa), ahora más que nunca conviene fijarse en la práctica del mindfulness.
Mery Viñas. Coach y psicóloga experta en comunicación. Fundadora de Beecome (Coaching & Mindful Communication).
Mirar el móvil cuando caminamos, hablar con alguien mientras escribimos o contestar e-mails durante una reunión son prácticas habituales que pensamos que nos ahorran tiempo. Pero ya hay estudios que clasifican el multitasking como un mito. Es decir, nuestro cerebro no puede hacer dos cosas al mismo tiempo. Y si las hace, es porque una de ellas es automática o bien no le estamos poniendo atención. Hacer demasiadas cosas a la vez hace que nuestra eficacia disminuya, aumente el estrés y los problemas de concentración y se pierda la atención a los detalles. Es decir, nos hace menos conscientes.
Desde hace unos años, técnicas de mindfulness (conciencia plena) se han introducido en las grandes y medianas empresas para mejorar la concentración y productividad de sus empleados. El mindfulness es, según su precursor, Jon Kabat-Zinn: «prestar atención de forma deliberada a lo que estás haciendo, en el momento presente, sin juzgar». Sus beneficios ya han sido contrastados en diversos estudios, demostrando: aumento de la capacidad de regular las emociones, aumento de la creatividad, disminución del estrés y aumento de foco y de la capacidad de escuchar, entre otros.
Hay dos maneras de practicarlo: la formal y la informal.
1. La formal contempla dedicar unos minutos al día a la meditación, poniendo el foco de nuestra atención en la respiración, por ejemplo.
2. La otra es la informal, que trata de hacer las actividades cotidianas con presencia plena. Por ejemplo: hacer una reunión con atención plena, escuchando a todos los que hablan sin estar pensando en lo que vamos a hacer después, sin juzgar, prestando atención a la comunicación no verbal de los demás, no suponiendo cosas (no juzgar), etc. También se puede practicar mindfulness de forma informal con un paseo, una ducha o una comida. Ambas prácticas (formal e informal) son necesarias para que el cerebro comience a cambiar, para que el «músculo de la atención» se haga más grande y podamos empezar a experimentar cambios tanto emocionales como conductuales.