Durante el siglo de las grandes guerras, Irlanda del Norte vivió un período de agitación política y violencia. En los últimos años de la década de los 60 y durante toda la de los 70, los enfrentamientos entre católicos y protestantes concentraron los conflictos más sangrientos de la nación constituyente. Lo que comenzó como una reivindicación de derechos civiles se convirtió en un conflicto real entre civiles y grupos paramilitares.
Texto: Berta Cavia Fotos: Shutterstock
Después de la Guerra anglo-irlandesa, en 1921 se firmó un acuerdo de paz entre ambos bandos donde se estableció la división territorial de la isla. De este acuerdo surgió el Estado Libre de Irlanda, que posteriormente se convertiría en la República de Irlanda. Por su parte, Irlanda del Norte siguió bajo dominio británico. De esta manera, la población del norte quedó fragmentada entre los protestantes, mayoritariamente unionistas y en defensa de seguir formando parte de la corona británica, y los católicos, con aspiraciones republicanas y la voluntad de anexionarse a Irlanda.
El mismo año, se estableció un gobierno en Stormont bajo el dominio de los Unionistas del Ulster (protestantes). Los católicos, que representaban una minoría, quedaron marginados y con unos derechos bastante limitados. No fue hasta 1963, con la dimisión del primer ministro, Lord Brookeborough, y la subida al poder de Terence O’Neill, que las cosas no empezaron a cambiar.
El inicio de los problemas
La llegada de Terence O’Neill al poder vino acompañada de una serie de reformas encaminadas a solucionar los desequilibrios entre católicos y protestantes. A pesar de estos esfuerzos, se generó un malestar entre los unionistas, que las veían como una amenaza, mientras que los católicos las recibieron con los brazos abiertos.
A finales de los años 60, la población católica se organizó con el fin de crear la Asociación por los Derechos Civiles de Irlanda del Norte (NICRA, siglas en inglés), inspirada en los movimientos promovidos por Martin Luther King, y convocaron múltiples manifestaciones y actuaciones pacíficas con el objetivo de presionar al gobierno para conseguir más reformas. Desgraciadamente, el escenario cambió a partir de 1968: la violencia y los disturbios fueron aumentando hasta el punto que los manifestantes llegaron a desafiar a la Royal Ulster Constabulary, antigua policía norirlandesa, y se iniciaron los problemas (más conocidos como The Troubles).
Las confrontaciones llegaron a su punto álgido durante los disturbios del Bloody Sunday y el Bloody Friday de 1972. La gravedad de la situación obligó al gobierno británico a poner fin a la autonomía de Irlanda del Norte
Los enfrentamientos y los grupos paramilitares
La situación fue empeorando, las tensiones se hacían cada vez más fuertes y los enfrentamientos más frecuentes. Las tropas británicas se vieron obligadas a intervenir después de la batalla del Bogside en agosto de 1969. Se llevó a cabo un intento para introducir nuevas reformas y contrarrestar la discriminación entre el gobierno británico y el norirlandés. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes. Paralelamente, el grupo paramilitar organizado por los católicos, el IRA, se hacía cada vez más fuerte.
Las confrontaciones llegaron a su punto álgido durante los disturbios del Bloody Sunday y el Bloody Friday de 1972. La gravedad de la situación obligó al gobierno británico a tomar el control del gobierno de Stormont y a sustituir al primer ministro por un secretario de estado, lo que supuso el fin de la autonomía de Irlanda del Norte.
Los procesos de paz y el Acuerdo de Viernes Santo
Tras continuados intentos para devolver la paz al territorio, en 1994 el IRA anunció un alto el fuego abriendo paso a las negociaciones entre protestantes y católicos. Finalmente, en 1998 se firmó el Acuerdo de Viernes Santo y se restableció el gobierno de Stormont.
La nación norirlandesa siguió sufriendo momentos de tensión e inestabilidad protagonizados por católicos y protestantes. A pesar de tratarse de una situación mucho menos violenta que la vivida durante la segunda mitad del siglo XX, los grupos paramilitares siguieron activos y dejaron el conflicto en una situación latente.
Durante los grandes disturbios de los años 70, dos mujeres norirlandesas conmovidas al ver cómo tres niños morían durante los enfrentamientos, decidieron organizarse para crear, junto con Ciaran McKeown, un movimiento llamado Peace People (Gente por la Paz) y así poder luchar para conseguir la paz y una sociedad justa en Irlanda del Norte. Ellas eran Betty Williams y Mairead Corrigan-Maguire. Su liderazgo pacífico las llevó a conseguir el Premio Nobel de la Paz en 1976. Hoy en día, estas activistas siguen promoviendo su mensaje de paz y justicia, y trabajan para promover el diálogo en las comunidades divididas entre católicos y protestantes.