Ralentización, modestia, debilidad son algunos de los términos que se utilizan en los análisis de los organismos internacionales para describir los datos del comercio mundial en los últimos años. ¿Qué le pasa -y por qué- al comercio internacional?
Joan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la UB.
Desde hace décadas una regularidad empírica que parecía consolidada era que el comercio internacional crecía a ritmos superiores a los de la actividad económica. Dos de las principales implicaciones de este hecho eran que: por un lado, la llamada ratio de apertura comercial expresada como el cociente entre exportaciones y/o importaciones respecto del PIB iba al alza (siendo uno de los indicadores de globalización comercial más conocidos); y por otro, que el papel del comercio internacional como motor de crecimiento -término que ya usó el economista británico Alfred Marshall en el siglo XIX- y como factor principal de prosperidad y dinamismo se veía ratificado.
Así, tal y como muestra la figura 1, extraída del informe de perspectivas mundiales del Fondo Monetario Internacional (FMI) World Economic Outlook de abril de 2015, cuando llega la crisis inicialmente algunas vertientes de esta regularidad empírica parecen ratificarse: efectivamente, aunque en un principio la caída del comercio en 2009 es muy notable y sustancialmente más que proporcional a la caída del volumen de actividad, en el período 2010-2011 parece que su recuperación internacional se sitúa también por encima de la del PIB. La novedad llega, sin embargo, a partir de 2012 -y dura hasta los datos más recientes de principios del 2015-, cuando se constata que, en promedio mundial, las cifras del comercio internacional ya no superan las de la evolución del PIB. Los datos del FMI que cuantifican el crecimiento del PIB mundial en un 3,4% en los años 2013 y 2014 documentan unos incrementos del volumen de comercio del 3,3% y del 3,2%, respectivamente. Y si a esto le añadimos la modestia de las cifras, se puede entender que se hayan activados todas las señales de alarma respecto a qué está sucediendo en este ámbito de la economía; en particular se trata de averiguar si estamos ante unos fenómenos transitorios o más estructurales, y cómo pueden afectar al futuro y a las estrategias de la recuperación mundial.
Los datos del FMI que cuantifican el crecimiento del PIB mundial en un 3,4% en los años 2013 y 2014 documentan unos incrementos del volumen del comercio de sólo el 3,3% y el 3,2%, respectivamente. Este hecho ha activado todas las alarmas para averiguar qué está sucediendo en este ámbito de la economía; en particular se trata de averiguar si estamos ante unos fenómenos transitorios o más bien estructurales, y cómo pueden afectar al futuro y a las estrategias de la recuperación mundial
Por otra parte, la figura 2, extraída del artículo publicado en el Boletín Económico del Banco Central Europeo bajo el explícito título Entendiendo la debilidad del comercio mundial, ilustra dos aspectos importantes también en este sector. El primero, y de alcance general, es la comparación entre los datos reales de comercio mundial con la tendencia que se venía siguiendo antes de la crisis, y que muestran nítidamente como la inflexión a la baja producida en 2009 no se ha recuperado posteriormente, y cómo, en los años más recientes, incluso parece que se aleja el retorno a la trayectoria pre crisis. En cuanto al segundo aspecto a destacar, el texto nos presenta una posible explicación -como mínimo parcial- con la que coincide el análisis de la Organización Mundial de Comercio (OMC): el comercio intraeuropeo, especialmente entre los países de la zona euro, sería el que muestra la ralentización más significativa, lastrando de forma importante los datos mundiales a la vista del papel (todavía) muy destacado de las economías europeas dentro del sistema comercial mundial. La lectura en positivo (¡parece que hay que buscarla!) sería que, en la medida que los problemas de la zona euro -y de la Unión Europea en general- se puedan ir clarificando, sería más previsible un retorno a pautas más normalizadas de dinamismo comercial mundial.
El comercio intraeuropeo, especialmente entre los países de la zona euro, sería el que muestra la ralentización más significativa, lastrando de forma importante los datos mundiales a la vista del papel (todavía) muy destacado de las economías europeas dentro del sistema comercial mundial
Una desaceleración heterogénea
Más recientemente se ha apuntado que la desaceleración en algunas importantes economías emergentes también estaría gravitando a la baja sobre el comercio mundial. Se trata de situaciones muy heterogéneas: los problemas de fondo de Rusia, Brasil o Turquía tienen poco que ver con la revisión a la baja de algunos indicadores de China, y en otros casos, como en la India o en Perú, las perspectivas van incluso al alza.
También se discute hasta qué punto un cierto rebrote de proteccionismo, bajo muy variadas fórmulas, podría estar contribuyendo a la ralentización del comercio mundial. Pero, a pesar del tono apocalíptico del informe de Global Trade Alert (noviembre de 2014) que usaba el calificativo de Global Trade Disorder (desorden del comercio global), los estudios empíricos de los organismos internacionales tienden a coincidir en el papel limitado, como mínimo por ahora, de las medidas comerciales restrictivas.
En la línea de cautela, el informe del mes de julio de 2015 del director general de la OMC también documenta la preocupación por el incremento de medidas restrictivas del comercio. Es necesario, pues, insistir en la necesidad de continuar los esfuerzos para mantener abierto el sistema comercial mundial, así como instar para que las negociaciones para desarrollar los acuerdos de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Bali (diciembre de 2013) y preparar la conferencia ministerial de Nairobi (prevista para diciembre de 2015) sean especialmente activas… y efectivas.
Las redes globales de producción
Un aspecto que ha merecido especial atención es el papel de las redes globales de producción o global value chains, que, de manera cada vez más visible e importante, fragmentan los procesos productivos entre actividades o componentes que se llevan a cabo en una amplia multiplicidad de países. Los automóviles o los ordenadores son algunos de los casos más conocidos y estudiados, pero se trata de una práctica cada vez más extendida en muchos sectores. Esto tiene la consecuencia de que muchos inputs intermedios, componentes o productos semielaborados cruzan las fronteras en más de una ocasión (a medida que se va avanzando en la cadena global de valor hacia el producto que llega al consumidor final), por lo que las estadísticas de comercio internacional recogen más de una vez el valor de algunos componentes insertados en el PIB.
Técnicamente esto ha supuesto la puesta en marcha de iniciativas para reelaborar las estadísticas del comercio internacional en términos de valor añadido, ya que durante las últimas décadas en que esta proliferación de redes globales de producción ha ido significativamente al alza esto ha contribuido a hacer que los datos de crecimiento del comercio internacional se situaran por encima de las del PIB mundial. Ahora todo apunta a que este proceso ya se habría consolidado, convirtiéndose así esta forma multinacional de organizar la producción en un rasgo del paisaje de la economía global. Con todo, unas tasas de incremento más suaves también estarían contribuyendo a explicar los datos recientes.
Si bien las exportaciones son una de las vías centrales de internacionalización, otros aspectos, como la inserción más plena en las redes de producción globales, también tienen la máxima significación en las nuevas reglas de la economía global
La exigencia de la competitividad, un prerrequisito para la recuperación
Esta sería, pues, una explicación de tipo estructural, pero a la vez hasta cierto punto tranquilizadora, con, eso sí, dos poderosas implicaciones: por un lado, que la presencia en el comercio internacional sigue siendo una exigencia de competitividad capital; y por el otro, nos recuerda que, si bien las exportaciones son una de las vías centrales de internacionalización, otros aspectos, como la inserción más plena en las redes de producción globales, también tienen la máxima significación en las nuevas reglas de la economía global.
En consecuencia, y aunque se confirmen las revisiones en positivo del FMI, que en julio de 2015 preveían para los años 2015 y 2016 crecimientos del comercio del 4,1% y del 4,4% respectivamente -ligeramente por encima, por tanto, de los crecimientos del PIB del 3,3% y 3,8% -, mantener y acentuar las exigencias de competitividad global sigue siendo un prerrequisito para la solidez de la recuperación.
A diferencia de las redes globales de producción o cadenas globales de valor, que no tienen la misma importancia para todos los tipos de productos, los cambios en la composición de la demanda, sí. Así, durante el tiempo en que creció mucho la demanda de artículos tales como automóviles, electrodomésticos o material informático, donde las redes globales de producción son especialmente importantes, las cifras de comercio internacional se vieron impulsadas al alza. Y cuando, al llegar la crisis y ser lenta la recuperación, la demanda de este tipo de productos cayó o se ralentizó, también lo hicieron, proporcionalmente, las cifras de comercio internacional.
La relación entre comercio y PIB mundiales se analiza a menudo mediante la llamada elasticidad del comercio respecto al PIB, que compara las tasas de variación de ambas variables. Los cálculos de la Organización Mundial de Comercio indican que esta elasticidad habría estado aumentando entre 1990 y principios del siglo XXI, pasando de un valor de 1,4 a uno del 2,4 para, posteriormente, reducirse al 1,8 al inicio de la crisis y al 1,7 con los datos más recientes. El estudio del Banco Central Europeo Entendiendo la debilidad del comercio mundial calcula una elasticidad del 2,2 por período 1995-2007 que se habría reducido a la mitad, 1,1, en la fase 2011-2014. Los aspectos comentados en el artículo tratan de evaluar las razones de estos cambios y sus implicaciones.
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