Tal y como indica el Economic Outlook del pasado noviembre de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2015 el crecimiento global se situó en torno al 3%, un porcentaje inferior a la media.
Así, a pesar de que la recuperación económica de los países desarrollados sigue avanzando, la inestabilidad de las economías de los mercados emergentes está teniendo un efecto tan significativo en la coyuntura mundial que el organismo ha hecho saltar la alarma sobre una posible nueva recesión. En este sentido, el informe destaca que lo más preocupante es la debilidad del comercio internacional, que el año pasado cayó a niveles cercanos a los previos a la crisis. Y es que como destaca la economista jefe de la OCDE, Catherine Mann, «el comercio sólido y el crecimiento global van de la mano».
China tiene un papel fundamental en esta cuestión, pues la transformación de su economía industrial hacia un modelo centrado en los servicios afecta a los países exportadores de materias primas. A esto hay que sumar la reducción de la demanda interna, que puede tener consecuencias en la confianza del mercado financiero y en las perspectivas de crecimiento de muchas economías, incluidas las más avanzadas. Con todo, la OCDE mantiene las buenas previsiones sobre el gigante asiático, donde espera un crecimiento del 6,5% este 2016 y del 6,2% el año próximo. Hay que matizar, sin embargo, que su ritmo de crecimiento anual antes de la crisis era cercano al 10%.