Las elecciones primarias que celebran algunos partidos son unas primarias de juguete, viciadas en su proceso político. Son plebiscitos. No son unas auténticas primarias, como las francesas o las de verdad, las de los Estados Unidos de América.
Xavier Torrens. Profesor de Ciencia Política en la UB, politólogo y sociólogo.
Las elecciones primarias, si bien no son la panacea, sí son (si se hacen como es debido) una puerta de apertura de los férreos partidos políticos y una medida práctica de acercamiento al electorado; un paso de gigante hacia una mayor participación política de la ciudadanía. Las elecciones primarias emblemáticas son, sin duda, las de EE. UU.
PRIMARIAS EN LOS EE. UU.
En América, las elecciones primarias cumplen un conjunto de condiciones que las hacen más atractivas y creíbles a ojos de la ciudadanía. Hagamos un repaso. La participación popular es la primera clave. Las primarias americanas son un momento de fuerte movilización popular. Hay participación de la sociedad, y no sólo de los afiliados y militantes de los partidos políticos.
Un segundo aspecto es que las primarias son la forma de selección entre los candidatos de un partido, previa a la elección por parte del electorado. Por lo tanto, el partido político renuncia en buena parte al poder de selección de su candidato presidencial, dejándolo en buena medida en manos de su propio electorado.
Una tercera vertiente es la consolidación de la cultura democrática del país. Las primarias evitan que la selección de la élite política se haga sólo dentro de las organizaciones de los partidos. Extiende la participación al resto de la sociedad. Esto refuerza la cultura política en el sistema democrático.
Un cuarto factor es la movilización política de los inscritos en el partido. La fase fuerte la encontramos, sobre todo, en el periodo que va desde el comienzo de las elecciones primarias y hasta el primer martes después del primer lunes de noviembre cuando, cada cuatro años, se celebran las elecciones presidenciales estadounidenses.
Un quinto componente, ligado al anterior, es la apertura del partido político a su electorado. Una parte del electorado hace un voto volátil, es decir, no vota siempre al mismo partido. Cambia su sentido de voto y, por tanto, no es un votante fiel. A este tipo de votantes, los volátiles, es fundamental atraerlos a partir de unas elecciones primarias.
El sexto factor es la evidencia de que las elecciones primarias son una etapa sustancial de la comunicación política. Los candidatos participan en los debates televisivos, las discusiones en las redes sociales, y otras sedes y focos de debate.
El séptimo elemento radica en que las primarias generan nuevos líderes y terminan consolidando quién dirigirá las riendas del partido. Así es en América. Y así está empezando a ser en Francia. Con todo, estas dos realidades, la americana y la francesa, se encuentran a gran distancia de la nuestra.
Las elecciones primarias del Partido Republicano de EE. UU. contaron con 16 políticos que aspiraban a la nominación del partido. Las primarias del Partido Demócrata estadounidense, con seis
PLEBISCITOS
En España, los partidos siempre han sido reacios a hacer primarias, por el mero hecho de que esto podía implicar perder poder para su clase dirigente. Y cuando algunos las han introducido, estas se han convertido, más bien, en un plebiscito del líder que previamente se había hecho con el poder del partido correspondiente.
En el caso de Podemos, que es quien hasta ahora más se acerca técnicamente a unas primarias, tiene un sistema de votación por puntuación que no permite conocer realmente el número de votos en números absolutos de los candidatos. 155.275 personas han participado en la elección del Consejo Ciudadano Estatal y de su secretario general. Un hito.
Las primarias socialistas son las que más se han acercado a poner en liza contrincantes competitivos. Las primarias dignas de este nombre fueron las que tenían de contrincantes a Josep Borrell y Joaquín Almunia. Participaron 207.774 votantes; hito histórico hasta la fecha. Las primarias socialistas de 2014 llegaron a más de 125.000 votantes. De todos modos, los casos Borrell y Sánchez apenas demuestran que el poder de los partidos puede aplastar la legitimidad política de unas primarias, ya que en ambos casos sus líderes políticos elegidos en unas primarias fueron defenestrados.
EL QUID
El quid de las primarias radica en que habría que romper con el omnímodo poder de los partidos políticos como organizaciones y con la omnipresencia del líder del partido que lo controla todo férreamente; es la «ley de hierro de la oligarquía», como lo llamó el politólogo Robert Michels.
La realidad comunicativa de unas primarias no tiene suficiente potencia en nuestro país porque, al no estar realmente abiertas a la ciudadanía ni disponer de candidatos políticos de talla que se disputen de verdad la nominación, se las priva del interés periodístico y, de rebote, pierden el interés ciudadano.
¿ESCENARIO FACTIBLE?
¿Es factible que, algún día, vemos unas elecciones primarias como Dios manda? Nadie lo puede saber, porque los politólogos no somos profetas. Hay, sin embargo, esperanza, ya que los dirigentes de los partidos también se dan cuenta de que el electorado ve las primarias como un incentivo de participación y de apoyo a los partidos. Ahora bien, probablemente tardarán en hacerse realidad. Y, además, puede que no sean unas primarias comme il faut como las que cada cuatro años vemos en América en un mundo globalizado.